Capítulo I.- Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha

En un lugar de Europa, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que existía un país de los de bici en el trastero, cerveza fría, barriga cervecera y futbol en el televisor. Una economía de algo más ladrillo que invento, sálvame las más noches, futbol y porno los sábados, botellón los viernes, algún Padre Nuestro de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su tiempo.
Era de complexion seca, pero se creía bien fuerte. Varonil por su historia, aguerrido por sus abuelos. Y sin embargo no era mas que un triste granjero. Un granjero que despreció las habichuelas y las letras, buscando consuelo en el duro y frío ladrillo.
Crecio su bolsillo, pero no tanto como su ego. ¿Cual es tu oficio Don Quijote?, -Cualquiera en el que no falten mozas en mi jergón ni jamón con melón.-
Pero nuestro certero Hidalgo pronto quiso mas y mas. Y fijose en las Haciendas de sus vecinos. Aquel cuya casa estaba justo al oeste de la suya no suponía ningún agravio, pero el resto de los vecinos, sobre todo los del norte, poseían mejores Haciendas. Es por ello que nuestro Heroe decidio que debía imitarlos en todo lo posible, en todo lo que no supusiese un esfuerzo.
Es así como para aprender sobre el resto de Hidalgos, comenzó a leer sus historias, algunas falsas y otras verdaderas. Y así nuestro señor comprose no uno ni dos, sino tres caballos, era evidente que solo podría montar en uno a la vez, pero un señor de su alcurnia necesitaba ser y aparentar.
Poco a poco fue Don Quijote adentrándose en los sórdidos mundos del lujo, y poco a poco fue perdiendo la cordura. Regaló sus fortunas, trató de distribuirlas, pero sin demasiado acierto, pues dio mucho a quien ya tenía y solamente enseñó las migajas a quien pasaba hambre.

Pero Don Quijote necesitaba un amor al que perseguir. Un amor puro y sincero. Y su mente fue directamente hacia el norte,como mecida por el viento pensó que la encontraría en tierras bávaras.