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sábado, 21 de julio de 2012

Sobre las vacas y nosotros

Sobre las vacas y nosotros


JOSEP MARIA Espinàs
Alguna que otra vez he sido discretamente irónico sobre la gran cantidad de subvenciones que se conceden a cierto tipo de investigaciones. No hablo, por supuesto, de las subvenciones a científicos que quieren hacer estudios de gran importancia. Pero es que hay gente que se ha pasado años para descubrir si hay alguna relación entre la longitud de la nariz y la predisposición a la música. Me invento el ejemplo, pero los hay así de pintorescos.
La última investigación que conozco --auténtica-- parece de entrada pintoresca, pero la encuentro muy interesante, sin necesidad de ser catedrático ni de ser vaca. Porque se trata de un estudio sobre vacas, que ha demostrado que producen más leche si se les llama por su nombre.
Me lo creo. Dos profesores de la universidad de Newcastle se han entrevistado con 516 ganaderos británicos. Ignoro el rigor del cuestionario, pero de su trabajo se desprenden dos conclusiones muy interesantes: primera, las vacas se sienten más felices y relajadas si se les da una atención individual. En qué consiste, no lo entiendo, pero no importa. La segunda es más sugerente: una vaca que reciba un trato personal puede incrementar la producción anual de leche en 258 litros.
Me parece lógico. Me atrevo a decir que a los humanos productores nos ocurre lo mismo. Una de las formas de demostrar afecto por una vaca es llamarla por su nombre. Todos somos nuestro nombre. Negarnos un nombre propio es marginarnos, arrebatarnos la primera señal, lo más básico de nuestra identidad. Los prisioneros encerrados en el campo de exterminio de Auschwitz no tenían nombre, esta supresión era un ataque radical a la conciencia de cada cual. Los nazis les daban un número, y así les privaban del sentido de la pertenencia a una familia, una lengua, una historia.
Yo no creo que las vacas distingan entre un número y un nombre. Probablemente, lo que importa es el sonido. He visto, en el Empordà, como el propietario de un grupo de vacas, que estaban al aire libre, las gritaba para que se acercaran para ordeñar. De una en una. De lejos, las llamaba por el número. "¡Catorce!", decía. Inmediatamente, la vaca que se llamaba Catorce se iba hacia el ordeñador.
Hice el estudio que si reciben un trato amable, las vacas dan más leche. También los humanos suelen ser más productivos si la relación es cordial y de confianza. Excepto en el caso de las chicas desconocidas que me querían vender por teléfono algún servicio y me dicen: "¿Es usted José María?".

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