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sábado, 21 de julio de 2012

Dea Profundis.

Si tuviera que creer en alguna religión, lo haría en aquella que prometiese que tras la vida no hay nada. Que miedo da sentarse ante un papel en blanco, y si ese papel es la vida, que difícil es acertar al llenarlo. La vida es solo el constante golpeo de una maza sobre una hoja de papel artesanal, extrae las últimas gotas de agua, lo alisa y moldea permitiendo a los que vengan, escribir sobre nosotros. Yo tengo pánico a lo que han escrito y escribirán sobre mí.
Tengo la mirada turbia; ya era hora, las pastillas han tardado en actuar más de lo esperado. Solo este salvavidas me separa de la libertad, la culpa me desespera. Siento que algo falla, no veo las imágenes de las que todo el mundo habla cuando te llega la hora, quizás sea un cuento; solo recuerdo lo que me ha traído aquí.
Cuando se es niño los años pueden pasar lentamente, el tiempo se dilata cuando nadie te quiere, cuando pasas desapercibido para tus compañeros y tus padres, siempre fui una sombra. Encontré demasiado rápido una solución a mis problemas. Una aleación de chándal y oro, que desde una esquina me llamaba. Solo tuve que cambiar mi apariencia y unirme a sus prácticas violentas. Existen ocasiones en las que las luces son tan fuertes que deslumbran y camuflan la realidad.
Su compañía cambió mi vida, no me di cuenta, quizás no quisiera hacerlo, lo cierto es que me había convertido en alguien diferente, no sabría describirlo, los árboles no me dejaron ver el bosque. Los años pasaron y llegó el que sería el peor momento de mi existencia. Nadie recordará todo lo bueno que hice, lo tímido que era… pues la tinta con la que se escribió no es ácida, no muerde ni quema a la eternidad, al contario que la tinta de aquel día.
Pasaron los años, el colegio se rindió conmigo, pensé que había ganado el pulso a los profesores, también creí hacerlo cuando el alcalde nos regaló pases para la piscina, ¡nos engañaron!, solo querían apartarnos de las calles. Nos enfundamos en nuestros bañadores de palmeras que formaban una extraña combinación con el tinte de nuestro pelo.
Mientras esperábamos en la cola encontré en mi bolsillo la solución al aburrimiento, todos nos veían y nadie dijo nada. Llegamos hasta la puerta de los vestuarios, entramos donde no debíamos. Nos llevamos una decepción, no había nadie, nos miramos con desencanto, este desapareció cuando ella entró, era una niña. Sin que me diese cuenta uno de nuestro grupo se lanzó sobre ella arrancándole el traje de baño, nos sentimos extrañamente vivos. Entre mis dedos seguía sintiendo calor, di una última calada, dirigí un gesto a mi amigo, aun recuerdo mis palabras- ¡Cámbiamela tío!- al taparle la boca mi mano resbaló con sus lágrimas, gritó, la golpee, huimos, apenas la disfruté. Para mi vergüenza tengo que reconocer que aquello me gustó, me sentía bien, saboreé por última vez algo parecido a la felicidad.
Como siempre estaba solo en casa, cuando llamaron al timbre, supe lo que iba a pasar, me leyeron los derechos mientras me esposaban, me metieron en el coche y al cerrar la puerta el mundo enmudeció.
El juicio no tardó en celebrarse, el clamor popular lo aceleró, dentro de la sala el fiscal exigía una fuerte condena, en la calle se pedían nuestras cabezas. Uno de nosotros acabó en un centro de menores, los otros dos fueron encarcelados; no los he vuelto a ver, al igual que a mi madre, a ella se la llevó la pena. Yo obtuve el mayor castigo, a mi padre le debían algunos favores y fui declarado deficiente mental, tras unas pruebas amañadas fui puesto en libertad.
-Me siento mareado, parece que por fin voy a perder el conocimiento pronto me hundiré y se acabará todo. -
Hubiera preferido otro castigo. Han pasado cinco años, mi padre sigue sin hablarme, logró salvarme de la cárcel, ¿para que? este castigo, el de la indiferencia, el de las miradas fugaces es peor, volví al inicio, a estar apartado del mundo y ahora la culpa es mía, en este tiempo los libros han sido mi única familia, la educación me llegó tarde, pero gracias a ella comprendí lo que hice. Durante meses me vi en televisión, guardé recortes de periódicos para no olvidar lo que hice, los coloqué donde pudiera verlos. En esos papeles quedó para siempre implicada mi vida, pero jamás se explicó ni se explicará.
Ahora lamento saber que mi mayor acierto ha sido arrojarme con este salvavidas a donde empezó todo, trato de agarrarme, las pastillas me sacan del error, van soltando mis dedos. Cada vez me siento más libre, ¿más feliz? El agua ya me cubre, SILENCIO… ¿pasos?, burbujas, ¿Mamá? No me salves.

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