Las últimas investigaciones llevadas a cabo en el yacimiento
arqueológico de Torreparedones ha permitido situar la primera ocupación
humana en este parque en la segunda mitad del IV milenio a.C,
aproximadamente entre los siglos XXXIV y XXXI a.C., y coincidiendo con
la proliferación en toda la cuenca del Guadalquivir de multitud de
poblados, conformados por múltiples estructuras en forma de silo y cuya
vocación agrícola parece fuera de toda duda. Así lo han dado a conocer
hoy en ruda de prensa la alcaldesa de Baena, María Jesús Serrano, y el
arqueólogo municipal, Jose Antonio Morena.
Estos
nuevos avances han sido posibles gracias a los análisis realizados
basándose en el método del Carbono 14 o radiocarbono que permite
conseguir unas cronologías casi absolutas. Estos estudios se han llevado
a cabo en los laboratorios de la empresa especializada Beta Analytic de
Miami (Florida, EE.UU.), según ha indicado Serrano, que ha explicado
que los “nuevos hallazgos cronológicos son claves, ya que permiten
determinar con mayor precisión la evolución histórica del sitio”.
Además, la alcaldesa ha especificado que estos análisis se han
subvencionados gracias a los Fondos Feder, en el marco del proyecto
Baniana II, unos fondos europeos de los que ha destacado que “además de
poner en valor el rico patrimonio del municipio, permiten la creación de
empleo para los trabajos de excavación en el yacimiento, a través del
Plan de Solidaridad puesto en marcha por este Ayuntamiento”.
El
arqueólogo municipal ha explicado que la ocupación más temprana
detectada en el yacimiento se ha determinado a través del análisis de
fragmentos de una semilla de trigo y otra de cebada atrapadas en el
interior de una misma pella de barro cocido y corresponden a los
trabajos de la última campaña de excavación en el parque arqueológico de
Torreparedones, que terminaron en su fase de campo hace varios meses y
que continúan en la actualidad con la redacción de la preceptiva memoria
científica.
Jose Antonio Morena, ha señalado
también que los niveles superiores del Bronce Final, se han podido
fechar gracias a una semilla carbonizada de haba, que ha fijado una
datación de hacia el 900 a.C, a caballo entre los siglos X y IX a.C, que
convierte a este yacimiento en uno de los pocos con dataciones sobre
muestras de vida corta en este momento crítico de la Protohistoria,
coincidente con la expansión de la colonización fenicia y sus
interacciones con los pueblos indígenas de la depresión del
Guadalquivir.
Del mismo modo, se ha encontrado
un fragmento de asa de cerámica fabricada a mano. Morena ha señalado
que “puede interpretarse como una muestra de intercambios culturales
entre el interior del sur de la península ibérica, en este caso concreto
con la zona de campiña cordobesa, y el mediterráneo oriental”. Así
opinan, según ha transmitido Morena, varios expertos prehistoriadores de
las universidades de Córdoba y Huelva que apuntan que se trata de una
“ansa a godino” de tipología sarda, es decir, procedente de la isla de
Cerdeña, que llegaría a Torreparedones como consecuencia de esos
contactos comerciales.
Restos humanos
El
método de análisis con radiocarbono también se ha llevado a cabo en
restos humanos. Así, se han analizado restos óseos de dos tumbas de la
necrópolis oriental, una fechada en el 250 d.C. momentos en los que
deben encuadrarse la mayor parte de las tumbas de inhumación excavadas,
mientras que la otra ha proporcionado una fecha del 1030 d.C.,
evidenciando ya una época muy posterior y un ambiente cultural
diferente, como ya lo apuntaba el propio rito de enterramiento. Se trata
de una inhumación musulmana que se sitúa en el momento de la guerra
civil (fitna), que supuso la desaparición del califato de Córdoba y la
aparición de las Taifas, lo que indica que durante el siglo XI el lugar
de Torreparedones continuaba habitado.
Por
último, se ha fechado una tumba excavada en la zona de la basílica del
foro romano, correspondiente a un momento en el que dicho edificio ya
había sido abandonado, e incluso, no quedaba rastro alguno de los muros
ni de los pilares de la nave central. El Carbono 14 ha datado los restos
óseos a finales del s VII d.C., concretamente, en el año 690. Dicha
tumba y otras más excavadas en la basílica y en el extremo opuesto de la
plaza del foro, al sur del templo, ponen de manifiesto que durante la
época visigoda esta zona se usó de forma puntual como necrópolis. Uno de
estos enterramientos proporcionó una inhumación doble de dos neonatos,
cuya fosa estaba excavada en el propio muro de fachada de la antigua
basílica romana.
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