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sábado, 25 de agosto de 2012

La tozudez de la entrepierna.



Domesticamos el caballo, luego inventamos la rueda. Tras la ruega llegó el motor, con el motor prescindimos de la rueda (o casi) y empezamos a volar, navegar, tras esto llegó Top Gear.

Estoy casi seguro de que si el tiempo no existiese, no nos hubieramos detenido a inventar cosas para aprovecharlo mejor. ¿Para que correr si puedes ir andando? Ya no nos miramos a la cara, ya no observamos el paisaje. Hemos clasificado todo en bueno o malo. ¿Una abeja? - dios que me pica- Es por lo tanto mala. Pero si dedicamos unos segundos comprobaremos como esta misma abeja, que vive a otras revoluciones, poliniza flores, y en definitiva nos permite comernos nuestros lindos tomates.

Como si de un capítulo de los Simpsons se tratase, esta entrada, al igual que muchas otras, poco o nada tendrá que ver con lo que viene despues, aunque quizás tenga alguna ligazón, eso que lo decida cada uno.

Padre a los 26. Es lo que muchas personas quieren, una auténtica maravilla el poder hacer que ese alborozo que sentimso en los pantalones y que algunos llaman amor se meterialice en un pequeño parasito al que hay que llevar al parque y comprarle ropita. Pero lo compensan porque tienen los ojos grandes y huelen bien (no siempre ya lo se).

En estos últimos días, me han sucedido algunas cosas, que me han obligado a pensar en este tema. Ser padres a los 26 años, nadie duda del amor ¿como hacerlo?, de lo que si aparecen dudas es de como crial o malcriar al nuevo niño. cuando solo uno(a) de la pareja trabaja, sin un sueldo que permita ni su propia subsistencia, con unos padres (abuelos) que seguramente tendrán que volver a revivir sus tiempos mozos y encargarse del niño, hermanos que lo verán como un pequeño juguetito, etc.

El tiempo pasa inevitable, a pesar de la coyuntura existente, y las personas se ven llevadas a galope por sus impulsos biológicos, por sus deseos y por sus creencias. Es por lo tanto el contexto, un matarratas que seguramente acabe con la pareja y con los nervios de los padres, abuelos y a saber como acabará el niño/a. Lo único claro es que el tiempo pasa, se acerca el invierno, e inevitablemente en los primeros compases del año, habrá otra boca.

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